
Cobertura por Diana Hernández
«Tijuana, 2o lugar en feminicidios a nivel nacional» se lee en uno de los cientos de carteles que llenaron el Paseo de los Héroes de la ciudad fronteriza este 8 de marzo. De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), Tijuana fue la segunda ciudad con más casos de feminicidio en 2024. El primer lugar lo ocupó Ciudad Juárez, otra zona en la frontera entre México y Estados Unidos que lleva décadas envuelta en violencias complejas e impunidad. Pero, aunque es un territorio difícil de narrar, no todo es tan gris en esta parte del Norte.


Para Stephanie Valenzuela, las redes de mujeres que se han formado en Tijuana son cada vez más fuertes y ayudan a sostener, sanar y resistir. Stephanie tiene 24 años, y este 8M marchó por su compañera de escuela, Zamara, víctima de feminicidio por parte de su expareja el 15 de julio de 2024. Actualmente, el feminicida se encuentra esperando una sentencia definitiva.
Otra de las asistentes a la manifestación fue Rocío Guadalupe Cruz Ramos, quien, acompañada de sus nietos, se unió a los contingentes para exigir justicia por su hija, Claudia Rocío Ávila Cruz. Claudia fue desaparecida en la Zona Centro de Tijuana el 8 de mayo de 2020, y hasta ahora su familia sigue sin tener noticias de su paradero. La Fiscalía General del Estado de Baja California, su Unidad de Investigación de Búsqueda de Personas Desaparecidas o No Localizadas y la Comisión Local de Búsqueda de Personas conocen el caso, pero según denuncia Rocío, de 54 años, poco o nada se ha hecho para localizar a Claudia, a quien dos hijos esperan aún en casa.


Las autoridades de Baja California también han hablado con dos testigos clave en este caso. Rocío cuenta que uno de ellos ha confirmado el feminicidio de la joven: «Mi hija tuvo la muerte más horrible», narra con la voz sosteniéndose apenas de un hilo, «y aún así nadie detiene a esos testigos ni hace nada por conocer la verdad». Además de su lucha por justicia a través de los mecanismos del Estado, Rocío participó en colectivos de búsqueda entre 2020 y 2023; sin embargo, tuvo que abandonar esta labor tras recibir amenazas vía telefónica por parte de grupos criminales. Ha elegido salvaguardar su vida y proteger a sus nietos, pero tampoco ha dejado de buscar, y su presencia en la manifestación forma parte de esa resistencia.


A ella se sumaron mujeres, niñas y disidencias que avanzaron juntas sobre la gran avenida donde se erijen monumentos de «héroes nacionales», todos -por supuesto- hombres sobre cuyos pies quedaron pegadas fichas de búsqueda y carteles con exigencias de justicia para las tijuanenses desaparecidas, asesinadas, abusadas, acosadas… Mujeres tijuanenses que son de aquí pero también de otras partes de México y el mundo a quienes el temor de salir a la calle no las detiene.


Mujeres que viven en colonias obreras al lado del muro fronterizo, entre el Hong Kong y Santa Cecilia, entre calles llenas de trabajadorxs sexuales y víctimas de la trata de personas. Mujeres que protestan en inglés y en español, que conocen mejor que nadie la multiculturalidad y la debilidad del concepto «frontera» cuando se trata de acuerpar.
Sus contingentes diversos, donde también marcharon acompañantas de mujeres en situación de movilidad, tienen sólo un mensaje para quienes estamos en el llamado «centro» del país: hay que mirar al Norte y, sobre todo, dejar que la sororidad extienda raíces kilométricas para abrazarnos y levantar la voz por la justicia. Ni una más, ni aquí ni allá.

