Por Elizabeth Díaz
En medio de un clima de resistencia y esperanza, la V Asamblea Nacional por el Agua, la Vida y el Territorio se celebró en la Ciudad de México, reuniendo a 800 participantes de 24 estados de la República Mexicana y representantes de diversos países. Este espacio, recuperado por la comunidad otomí residente en la ciudad, se ha convertido en un refugio para quienes luchamos por la vida, contra el saqueo y la opresión del capitalismo.
El asesinato de Samir Flores Soberanes en 2019 marcó el comienzo de una guerra que no cesa, y su espíritu continúa vivo en la resistencia. Desde entonces, hemos visto cómo los megaproyectos, como el mal llamado mal Tren Maya y el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, han devastado territorios y comunidades enteras. A pesar de la promesa de bienestar del gobierno, la realidad es que el despojo y la militarización avanzan de la mano del crimen organizado.
En Chiapas, las/os/es zapatistas enfrentan una brutal guerra que desplaza pueblos y aumenta las desapariciones forzadas. Sin embargo, su ejemplo nos inspira a seguir organizados, a seguir resistiendo. En Michoacán, Guerrero, la península de Yucatán y en tantos otros rincones del país, las comunidades siguen defendiendo su tierra, su agua y su dignidad, a pesar de la violencia que enfrentan.
Desde este V ANAVI se denunció la manipulación del gobierno y la complicidad del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI), que ha creado un «Catálogo Nacional de Pueblos y Comunidades Indígenas y Afromexicanas» para legitimar el despojo y la represión, no aceptamos su simulación ni su intento de dividir.
Desde la V asamblea, se reafirmó el compromiso de luchar por la vida y el territorio, exigencia de justicia para nuestros desaparecidos, de denuncia hacia la criminalización de nuestrxs compañerxs y de mantener viva la memoria de quienes han sido arrebatos de esta lucha.
“Porque nuestra lucha es por la vida, y la vida no se negocia.”