Cobertura por Elizabeth Díaz / @la_elizabethdíaz
El 20 de noviembre no es solo un día para recordar; es un grito urgente contra un sistema que asesina, busca borrar y desprecia a las personas trans. Desde 1999, esta fecha marcó un acto de resistencia, inspirado por la memoria de Rita Hester, una mujer trans afroamericana brutalmente asesinada en 1998. Su muerte y el silencio cómplice que le siguió dieron origen a un movimiento que exige poner fin a las violencias transfóbicas.
Las cifras mexicanas apuntan a más de 55 transfeminicidios solo este año, los crímenes de odio no solo apagan una vida, sino que evidencia un sistema diseñado solo para personas cisgénero. Frente a esto, el Día de la Remembranza Trans no es solo un homenaje: es una declaración de alto a la violencia transfobica.
No basta con recordar nombres; se debe desafiar la normatividad que legitima el odio, desde las calles hasta las políticas públicas. Es un llamado a acompañar la lucha trans, no como aliadxs, sino como cómplices activos en la construcción de un mundo donde vivir no sea una excepción a la heteronorma, sino un derecho básico.
Cada vida trans es un acto de valentía. La memoria no solo sirve para honrar a quienes nos arrebataron, sino para exigir justicia y buscar destruir las estructuras que perpetúan el odio. La libertad de existir no es negociable. Es tiempo de actuar.
